El cuerpo habla, ya sabemos. Pero odio cuando el mío, en lugar de hablar, grita, putea, se enoja y me factura. Demasiados nervios, demasiada angustia en las últimas semanas llevaron a mi hígado al estallido y estuve todo el día tirada como un despojo de ser humano. Pobrecito, bastante aguantó.
Lo peor es que no puedo prometerle que no vaya a pasar de nuevo.
sábado, 1 de mayo de 2010
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2 comentarios:
tengo ganas de reir, tengo ganas de llorar, de putear, de gritar, de golpear una pared, salir a correr, de escuchar música, de estar en silencio acostado, con la puerta cerrada y sin que nadie me moleste.
y tengo ganas de hacer todo al mismo tiempo y a su vez me quedo en la inercia y no hago nada.
y sí, son momentos... el cuerpo o uno dice basta y nos obliga a meter un freno de mano, desacelerarnos (o juntar envión!?)
en mi caso, busco disfrutar de esos momentos... y no me interesa prometerle/prometerme que no vaya a pasar de nuevo.
salú!
Difícil disfrutar cuando sentís la boca del estómago pegada a la espalda y cada mínimo movimiento se traduce en un simbronazo adentro de tu cabeza.
Pero sí, son momentos. Por suerte, pasan.
Saludos.
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