- ¿Otra vez te quedaste en una reunión en la oficina? ¿Te pensás que soy pelotuda? ¿Te pensás que no me doy cuenta porque justo hoy tengo la clase de yoga? ¡Y menos mal que voy! ¡Sino imaginate como estaría! ¡Mirá cómo me ponés! ¿Te pensás que no me doy cuenta de nada, eh? ¿Te pensás que no veo el resumen de la tarjeta, que no veo los vestidos ni las joyas que le comprás mientras a mí me caés con estas pelotudeces? ¡Tomatelas! ¡Andate a un hotel! ¡No te quiero ver más la cara! ¡Cínico! ¡Hijo de puta!
Él sale ofuscado, como si cada planteo tuviera un argumento perfectamente justificador que ella, en su necedad, no le hubiera permitido exponer. No lo tienen, está claro, pero esa es la actitud más fácil de tomar. Eso y esperar un par de horas hasta que se duerma y se le pase el enojo.
Al volver:
- Que rompa los regalos, ponele. Ninguno es de gran valor. Pero que deje toda la basura desparramada, me enferma.
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miércoles, 22 de septiembre de 2010
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5 comentarios:
Mmmmmmmmm la histeria!
Pero que caradura el tipo!
Un garca, viste?
Y ella la boluda que repite la escenita cada semana. Separate, querida!
Hace rato llegue a la conclusión de que hay muchas mujeres estúpidas... a veces me incluyo!
Un tipo jodido, una mina salame, pero hay algo que los une: ella rompe los platos y él los recoge, es como un pacto.
Salutes!
AntOch: todas fuios estúpidas alguna vez, y volveremos a serlo, casi con seguridad
manu: obvio que las responsabilidades son mutuas ahí. Saludos!
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