lunes, 5 de abril de 2010

Un problema de gravedad

Era una noche preciosa. El confortable departamento de Ricardo era el lugar ideal para estar. Amigos, tragos, cigarrillos, música. Nadie pensaría que algo malo podría pasar. Es notable cómo a veces el destino se burla de los supuestos.
Todo empezó cuando llegó Ester. Se había separado del marido hacía unos meses y desde entonces se había vuelto más, digamos, divertida. Esa noche llevaba un escote importante y una minifalda que no dejaba mucho a la imaginación. No podía sacarle los ojos de encima. En un momento nos pusimos a bailar, tranquilos, hasta que la música nos fue llevando y el alcohol fue mellando nuestro estado de consciencia. Fuimos entrando en calor pero no queríamos que los demás lo notaran. Nos separamos pero quedamos en vernos en un rincón del balcón un rato después.
Ella ya estaba cuando llegué. Nos partimos la boca. Me bajó el pantalón, le subí la pollera y la senté en la baranda. Estercita era candente. Sus curvas, sus movimientos. Estaba en éxtasis. Pero lo bueno, ya se sabe, dura poco. En una maniobra arriesgada se soltó y no alcancé a agarrarla. La vi caer los once pisos y podría jurar que me miraba aterrada. Gritó, pero los ruidos propios de la fiesta no dejaron oírla. No supe qué hacer. Si buscaba ayuda todos terminarían enterándose de la situación en la que estábamos, incluida mi esposa. ¿Y qué podrían hacer? Decidí entonces volver con el grupo y disimular.
Alguien que había salido a buscar cigarrillos nos avisó por el portero eléctrico. Todos bajaron, también tuve que hacerlo. Nadie entendía nada.
Me hice lugar entre el tumulto y la vi. Sus ojos estaban abiertos, y sus negras pupilas eran como dagas apuntando al culpable.



4 comentarios:

Lauri S dijo...

q hijo de pú...hombres!!

Un Poco Rara dijo...

No te preocupes. Estercita lo tortura en sueños. Ya va a caer solito.

Zeithgeist dijo...

nice.. me gustan tus escritos, definitivamente.
XD

Un Poco Rara dijo...

Muchas gracias, Zeithgeist!
Bienvenida.